Todos los años, el sitio edge.org, reúne a sus integrantes –pensadores de distintas disciplinas dedicados a reflexionar sobre los cambios que dan forma al futuro– y les pide que respondan una pregunta. Este año, esa pregunta fue: “¿Qué idea nos ayudaría a pensar mejor?”. El diario Página/12 seleccionó y tradujo algunas de las respuestas. Aquí hay una.


LA VIRTUD DEL FRACASO

Podemos aprender tanto de un experimento que no sale bien como de uno que sí funciona. No debemos evitar equivocarnos; más bien, es una práctica que deberíamos cultivar y fomentar. Es una lección de la ciencia que podría beneficiar no sólo la investigación sino al diseño, a los deportes, la ingeniería, el arte, la vida en general.

Un gran diseñador gráfico genera un montón de ideas sabiendo que la mayoría terminarán siendo desechadas. Lo mismo ocurre con los arquitectos, escultores, microbiólogos. ¿Qué es la ciencia después de todo si no una manera de aprender de aquellas cosas que no funcionan, de nuestros propios errores?

Esta perspectiva sugiere que deberíamos aspirar a triunfar al mismo tiempo que nos preparamos a aprender de una serie de errores.

Pero hoy en día el fracaso no es tan noble. En la actualidad, el error no es considerado ni por asomo como una virtud. Es, en cambio, un signo de debilidad, un estigma que prohíbe segundas oportunidades. A los niños se les enseña que equivocarse conduce a la desgracia, que uno debe hacer todo lo que tiene al alcance para triunfar sin equivocarse.

Asociada a la idea de aceptar el fracaso está la noción de romper cosas complejas para hacerlas mejor. A menudo, la única forma de mejorar un sistema complejo es probarlo hasta sus límites forzándolo a fallar. Por lo general, los ingenieros testean un programa informático haciendo todo lo posible para colgarlo. Los grandes inventores tienen tanto respeto por romper cosas como los científicos tienen paciencia para lidiar con los errores. Ellos lo saben: fracasar es un camino más al éxito.

Kevin Kelly es autor de un par de libros, y cofundador de Wired, una revista sobre tecnología muy conocida en Estados Unidos. Es autodidacta. Abandonó la universidad para viajar durante diez años por Asia. Después cruzó Estados Unidos en bicicleta, durmiendo en los jardines de las casas.

No pude aguantarme. Estaba aburrido y volví a entrar en lo del vecino. Esta vez es un polaco llamado Witek que saca fotos y tiene un montón de amigos.

A veces me gusta visitar a mis vecinos haciendo click en el margen superior de esta pantalla, donde dice "siguiente blog". Los vecinos cambian con cada nueva visita. Hace un rato era un blog dedicado a subir imágenes para usar de fondo de pantalla, como la que se ve aquí arriba.


"¿Por qué en un pueblo de Estados Unidos hay una bombita que funciona hace casi 110 años, mientras que las nuevas no duran más de doce meses? Porque en los años ’20 los fabricantes de bombitas se reunieron en Suiza para ponerles un tope de mil horas y poner en marcha el motor secreto de nuestra sociedad: la obsolescencia programada. Desde entonces, celulares, electrodomésticos, juguetes y hasta la ropa tienen una fecha de vencimiento fría y perversamente calculada para vender más. El documental Comprar, tirar, comprar que TVE ha colgado de manera gratuita en su página de Internet, reconstruye la historia de esta maquinaria invisible que está inundando el mundo de basura."

Aquí la nota completa sobre el documental que pueden ver más arriba.
"Por aquel entonces siempre era fiesta. Les bastaba con salir y cruzar la calle para volverse poco menos que locas y todo era tan hermoso, especialmente de noche, que al volver muertas de cansancio esperaban que aún ocurriera algo: que estallase un incendio, que en la casa naciera un niño o, quizá, que se hiciera repentinamente de día y todo el mundo se lanzara a la calle y se pudiera continuar, anda que te anda, hasta los prados y más allá de las colinas. 'Son sanas, son jóvenes –les decía la gente–; son chiquilinas y, naturalmente, no tienen preocupaciones'. Pero una de ellas, Tina, que había salido renga del hospital y en cuya casa no tenían qué comer, también se reía por nada, y una noche, mientras trotaba en pos del grupo, se detuvo y se echó a llorar porque dormir era una estupidez y robaba tiempo a la alegría".


Así empieza El bello verano, de Cesare Pavese.

¡Recién salido! Empieza así:

"Eran las seis y media de una mañana de invierno. Ana ya estaba despierta cuando sonó la alarma del reloj. Estiró los pies, estiró los brazos, bostezó y se sentó en la cama. Después miró las fotos pegadas con chinches en la pared y dijo:

–¡Buen día, amigas!

Las chicas de las fotografías eran cantantes y actrices famosas que Ana adoraba. Por supuesto, no contestaron el saludo de su joven admiradora. Pero le devolvieron una silenciosa mirada de reconocimiento. Después de todo, Ana sería como ellas algún día. Muchas tardes se encerraba en su cuarto, ponía música, se disfrazaba y las imitaba.

Ana todavía no sabía si quería ser actriz, cantante o modelo. A veces pensaba que podía ser las tres cosas. ¿Por qué no? Se imaginaba arriba de un escenario, o adentro de una limusina, o firmando cientos de autógrafos en la puerta de un cine.

Pero por ahora estas humildes fantasías eran su secreto. Ella era una chica reservada y un poco tímida. Sólo Martina, su mejor amiga, sabía que le gustaba actuar y que imitaba a la perfección algunos pasos de baile muy geniales y sofisticados.

Aquella mañana, Ana se levantó y se puso las pantuflas. Todavía estaba medio dormida, pero apenas entró al baño, el espejo la despertó de golpe. Todas las mañanas era igual. Ese frío y despiadado espejo le recordaba que allí estaban ellas. Acechando. Esperando. Sí, ellas: un puñado de manchitas marrones que cubrían las mejillas, la nariz y la frente de Ana. Ellas, sus malditas PECAS.

Ana las despreciaba. ¿Era posible que hubiera nacido con eso en la cara?, se preguntaba. ¡Ni siquiera combinaban con su color de ojos!

Y esa mañana, por supuesto, no había ocurrido ningún milagro: ahí estaban otra vez, sobre su cara. Pecas, pecas y más pecas.

Eran un desastre, esas manchitas. Una verdadera desgracia, pensaba Ana. ¿Dónde se había visto una actriz o cantante famosa con pecas? ¿Qué modelo pecosa fue tapa de revista alguna vez?

Esas manchas serían piedras en su camino a la fama. Sí, esa era la triste realidad. Su futuro ya estaba decidido. No había nada para hacer al respecto, salvo seguir adelante e intentarlo pese a todo, como la heroína de una tragedia...

Ana suspiró. Para compensar tanto desastre, se cepilló el pelo varias veces hasta dejarlo sedoso y brillante. Después se hizo una trenza perfecta que ató con una cinta roja".

yoshii

ESTADÍSTICAS

Los chicos y la lectura

De cada 10 chicos de nueve 9 años, 8 leen 7 cuentos de 6 páginas cada 5 meses y 4, en el mismo período, leen 3 novelas cortas, según los resultados de 2 encuestas realizadas por 1 especialista llamado Papalardo, hombre reservado, miope y galante, que iba los martes a tomar el té con masas a la casa de mi abuela, siempre vestido con un traje azul, impecable, que a mí me hacía pensar en un pingüino.

Destino de las almejas

De cada 10 almejas, 9 dejan agujeritos visibles en la superficie de la arena, 8 son atrapadas a las 7 de la tarde por manos humanas y transportadas 6 cuadras dentro de un balde con agua para ser cocinadas e ingeridas más tarde en un edificio de 5 plantas, más específicamente en la cocina de un departamento del piso 4, donde viven 3 personas, 2 de las cuales son mayores de edad y están casadas entre sí y 1, llamada Andresito, es el producto de dicho matrimonio, y tiene los dientes torcidos porque se niega rotundamente a usar aparatos, y se aburre en la playa y prefiere la montaña, pero quévacerle, Andresito: ya viajarás por tu cuenta.

SOBRE EL DESTINO, Huang Kuo-Chun.

Una cucaracha desgraciada en el amor, incapaz de sobreponerse a su tristeza, decide precipitarse en una pista de baile con la esperanza de acabar triturada bajo los pies de los bailarines. No obstante, contra toda lógica, consigue atravesar el bosque de pies y llega sana y salva al otro lado. Esta hazaña hace de ella un héroe y, en consecuencia, cumple su sueño, que era el de casarse con un cucharacho macho alemán.

Al contrario, un mosquito no tiene la misma suerte. Deprimido por un desengaño amoroso, va volando por la calle cuando repentinamente oye una hermosa música que brota de una sala de conciertos. El mosquito ingresa en el preciso instante en que cierto célebre pianista polaco pone fin a la primera pieza. La platea estalla en un aplauso y el desdichado insecto muere en el océano de manos.


Vía el blog de Eduardo Berti, quien tradujo del francés este cuento.

"22 de enero. Según oí decir hace algún tiempo, Anthony Trollope sustentaba la teoría de que era posible criar a un niño para ser novelista, tanto como para cualquier otro oficio. Sobre este principio crió —o intentó criar— a su hijo, y el joven llegó a ser granjero en Australia".

Extracto del Cuaderno de notas de Henry James (Ed. Península).

EL PROBLEMA DE LOS OSOS, Eduardo A. Gimenez

Los osos se fueron acomodando en la cueva. Había asamblea general. Al frente, sobre una roca, el Oso Ambicioso presidía la reunión. A su derecha y a su izquierda, sobre rocas más chicas, estaban la Osa Rencorosa, Ministra de Conflictos, y el Oso Calamitoso, Ministro de Desastres.

El Oso Ambicioso gruñó para aclararse la garganta.

—Como todos saben —dijo—, los osos tenemos un problema.

En la primera fila, la Osa Lacrimosa ya estaba llorando. Escondido tras un biombo, el Oso Monstruoso hizo unos ruidos que querían decir que estaba de acuerdo.

—Nuestros sabios antepasados —siguió el presidente—, el Oso Goloso y la Osa Bondadosa, ganaron prestigio, fama y trabajo en los cuentos infantiles para todos los osos, gracias a la gran idea de usar nombres con rima. Sus descendientes, el Oso Hacendoso, la Osa Hermosa, el Oso Mimoso, tuvieron vidas felices, queridos por todos. También la Osa Graciosa, el Oso Generoso, la Osa Cariñosa...

Un poco apartada, la Osa Olorosa le guiñó un ojo al Oso Apestoso. Encadenado fuera de la cueva, el Oso Peligroso rugió. El Oso Piojoso, rodeado por un espacio vacío, se rascaba la cabeza.

—Con el tiempo —dijo el Oso Ambicioso— las cosas empezaron a desmejorar. El Oso Bullicioso tuvo algunos contratiempos. La Osa Caprichosa ya no recibió tantas muestras de cariño. Y así llegamos hasta el día de hoy, en que nuestros nombres, por decirlo con suavidad, han dejado de beneficiarnos.

—Al mío lo quiero borrar de la existencia —rugió la Osa Furiosa.

—Pues los nuestros, sin embargo, son de gran valor —dijeron a coro el Oso Presuntuoso y el Oso Vanidoso.

—A mí me hicieron una verdadera chanchada —gruñó el Oso Asqueroso.

La Osa Temerosa pensó en comentar algo, pero no se atrevió.

El Oso Ambicioso pidió silencio, mientras a su derecha la Osa Rencorosa mostraba los colmillos y a su izquierda el Oso Calamitoso se caía de la roca.

—Debemos resolver el problema de los osos —dijo el Oso Ambicioso cuando pudo hacerse oír otra vez—. Y el motivo de esta asamblea es escuchar propuestas para lograrlo.


AQUÍ el cuento completo.



Diario del Huevo 12/01/2011. Última foto. La familia unida. ¿Qué estarán mirando? me pregunté al fotografiarlos. Después me distraje. Un minuto más tarde ya no estaban. Creo que no miraban nada en particular; sólo estudiaban el espacio aéreo para iniciar al pichón. Me lo perdí. El proceso duró casi exactamente un mes. La maceta vuelve a estar vacía, aunque ahora rodeada de cagaditas negras, blancas, grises.

Recuerdo una mañana en que me dirigía apurado a la escuela, pues me habían elegido como abanderado para un acto. Iba recién bañado y peinado –con raya al costado, según me había enseñado mi papá–, y con el guardapolvo inmaculado, recién planchado por mi mamá. Caminaba derechito, concentrado, muy tenso y angustiado, pues jamás había transportado ni izado una bandera, lo cual suponía un honor y una gran responsabilidad. Iba, pues, repasando mentalmente los precisos movimientos que en breve debería realizar con el estandarte patrio, cuando una oportuna y certera paloma me decoró el hombro con su tibia materia fecal, como diciendo: “Tranquilo muchacho, que no es pa tanto”.

Así que no les guardo rencor. Que sean felices. Que coman lombrices. O lo que encuentren por ahí. Adiós, amiguitas. Adiós, Diario del Huevo. Adiós.


¿qué tenés? ¿qué no tenés? ¿qué querés tener? ¿por qué? ¿para qué?
¿Da-kar o no da?


“A la gente que va levantando polvo en un rugiente automóvil les muestro siempre mi rostro malo y duro, y no merecen otro mejor. Piensan entonces que soy un vigilante y policía de paisano, encargado por elevadas autoridades y organismos de vigilar a los conductores, tomar el número de los vehículos y denunciarlos después. Siempre miro sombrío a las ruedas, al conjunto, y nunca a los ocupantes, a los que desprecio, en modo alguno de forma personal, sino por puro principio; porque no comprendo ni comprenderé nunca que pueda ser un placer pasar así corriendo ante todas las creaciones y objetos que muestra nuestra hermosa Tierra, como si uno se hubiera vuelto loco y tuviera que correr para no desesperarse miserablemente. De hecho, amo el reposo y todo lo que reposa. Amo el ahorro y la moderación y soy contrario en el nombre de Dios en lo más hondo de mi ser a toda prisa y atosigamiento. No tengo que decir más que lo que es verdad. Y seguro que por estas palabras no dejará de haber automóviles, con ese mal olor que echa a perder el aire, y que sin duda nadie estima y quiere especialmente. Sería antinatural que la nariz de alguien amara y aspirase con alegría lo que para cualquier nariz humana como es debido es a veces, según quizá el humor de que se esté, irritante y aborrecible. Basta, y no lo tome usted a mal. Y ahora a seguir paseando. Es divinamente hermoso y bueno, sencillo y antiquísimo, ir a pie”.


Fragmento de El paseo, de Robert Walser (Ed. Siruela).

Walser murió el día de navidad de 1958 mientras daba un paseo a pie en la nieve, cerca del manicomio de Herisau, Suiza, al que había ingresado voluntariamente.


brisa en la tarde:
caricia de patas
de garza en el agua

*
el primer trino
del ruiseñor parece
caerse de una rama

*
el gorrión en un pueblo
escondido entre hojas caídas
(chaparrón de verano)

**
Haikus del poeta Yosa Buson, recogidos en el libro Alada Claridad (editorial Pre-textos, Valencia). Aquí unas palabras de su traductor al español, el argentino Alberto Silva:

"Volar implica trascender límites prefijados, viajar a velocidad de pensamiento, manejar lejanías, agigantar la percepción hasta extenderla al cosmos. Se entiende la atracción que los pájaros ejercen sobre los artistas, buscadores de horizontes lejanos. Las aves simbolizan una huida de los barrotes de la jaula. No hilan ni tejen, no guisan, no piensan. Viven sin preocuparse, pueden irse (y se van) por las ramas. Experimentan gozo al existir fuera de toda medida o cálculo. Habitan un cielo sin teorías. Los más vivos de los seres vivientes, son como ángeles.
El hombre sueña hacer cierto el intento de Ícaro. Y sólo empieza a vivir su condición terráquea cuando, a su pesar, reconoce que tal hazaña le resulta imposible. El ave se transforma en objeto de su atenta y algo nostálgica observación. Para entender de pájaros hay que pasar tiempo al aire libre, caminar por montañas y prados, ponerse mentalmente a la intemperie (en japonés, nozarashi: clave del haiku)".



Diario del Huevo. 11/01/2011. Volví de Córdoba. No vi platos voladores, pero igual la pasé muy bien. Nadé en el río, como les gustaba hacer a Tom Sawyer y Huckleberry Finn, esos vagos a los que ahora, en una nueva edición, algunos quieren hacer decir menos "malas" palabras, según leí ayer en esta nota. (Eso a pesar de que Mark Twain, el padre de los muchachos, dijo hace ya muchos años que "la diferencia entre una palabra casi justa y la palabra justa no es una pequeña cuestión; es como la diferencia entre una luciérnaga y la luz eléctrica”).

Estimo que hoy, a cientoveintipico años de su primera edición, Hucklberry Finn sería impublicable como literatura infantil. ¿La historia de un chico, hijo de un borracho violento, que deja la escuela, vive en la calle y hace un viaje en pelotas arriba de una balsa, en compañía de un negro esclavo? Imposible.

Pero bueno. También fue Mark Twain quien dijo "nada necesita tanto una reforma como las costumbres ajenas"...

Ocupémonos, pues, del reino animal. El huevo ya no está en mi maceta. Ahora está el pichón. Ahí pueden verlo. Cada día un poco más grande. No creo que dure mucho más en el nido. Me gustaría ver su primer vuelo. El momento en que se echa al vacío por primera vez, sin experiencia previa, es decir, sin ninguna garantía de que la cosa vaya a funcionar.

¿Y yo? ¿Qué cosas haré este año que aún no hice nunca? ¿Qué riesgos me atreveré a tomar? ¿Qué saltos sin red daré para mantenerme vivo, realmente vivo y despierto?

punch!


A fines de 2010 estuve conversando con los chicos de una escuela en Berazategui. En algún momento hablamos de música. Me dijeron que ya no tenían esa materia en la escuela. El año anterior habían dejado de dictarla. Entonces me acordé de aquella espantosa fábula en la que una hormiga trabajadora amonesta a una cigarra cantora.
Hoy murió María Elena Walsh, quien compuso, entre tantas otras excelentes cosas, esta hermosa canción.