BRIF, BRUF, BRAF. Gianni Rodari

Dos niños estaban jugando, en un tranquilo patio, a inventarse un idioma especial para poder hablar entre ellos sin que nadie más les entendiera.
–Brif, braf –dijo el primero.
–Braf, brof – respondió el segundo.
Y soltaron una carcajada.
En un balcón del primer piso había un buen viejito leyendo el periódico, y asomada a la ventana de enfrente había una viejita ni buena ni mala.
–¡Qué tontos son esos niños! –dijo la señora.
Pero el buen hombre no estaba de acuerdo:
–A mí no me lo parecen.
–No va a decirme que ha entendido lo que han dicho...
–Pues sí, lo he entendido todo. El primero ha dicho: “Qué bonito día”. El segundo ha contestado: “Mañana será más bonito todavía”.
La señora hizo una mueca, pero no dijo nada, porque los niños se habían puesto a hablar de nuevo en su idioma.
–Marasqui, barabasqui, pippirimosqui –dijo el primero.
–Bruf –respondió el segundo.
Y de nuevo los dos se pusieron a reír.
–No irá a decirme que ahora también los ha entendido –exclamó indignada la viejita.
–Sí, ahora también lo he entendido todo –respondió sonriendo el viejito-. El primero ha dicho: “Qué felices somos por estar en el mundo”. Y el segundo ha contestado: “El mundo es bellísimo”.
–Pero ¿acaso es bonito de verdad? –insistió la viejita.
–Brif, bruf, braf –respondió el viejito.

En Cuentos por teléfono.





nuestras sombras en las escaleras de la rambla rosarina


ESCALERAS de Georges Perec y Ezequiel Alemián


No pensamos demasiado en las escaleras.

Lo más bonito de las casas antiguas eran las escaleras. Y son lo más feo, lo más frío, lo más hostil, lo más mezquino de los edificios hoy en día.

Deberíamos aprender a vivir mucho más en las escaleras. Pero ¿cómo?

*

Bajo del subte
con la mente aturdida
por los mismos
pensamientos de siempre.

Subo a la calle
por una escalera
que no había usado nunca