DEJAR LAS COSAS INTACTAS, Mark Strand

En un campo
yo soy la ausencia
de campo.
Esto es
siempre así.
Donde sea que esté
yo soy lo que falta.

Cuando camino
parto el aire
y siempre
el aire ingresa
a llenar los espacios
donde ha estado mi cuerpo.

Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para dejar las cosas intactas.

Dibujo del escritor Victor Hugo


COMO SE PESCAN LOS CALAMARES

El calamar tiene ocho brazos que puede replegar sobre su cabeza. De ese modo se esconde de cualquier enemigo. Para protegerse mejor, también suelta un líquido muy negro, la famosa tinta que le sirve para ocultarse al menor peligro.
Cuando los pescadores ven que el agua se pone negra echan la red y así pescan fácilmente a los calamares.

Cuento anónimo chino


A LA NOCHE VA A LLOVER, Laura Wittner.

Lo dijeron en la tele;
lo dice el cielo que evidentemente
se va preparando pero sin apuro:
formula nubes blanduzcas
cada vez más opacas
y cada vez más dueñas y señoras:
levan; intentan hacer del cielo un techo,
exhalan ese perfume promisorio
transformador del tono molecular del aire.
Lo publicaron en el diario
con el dibujo de la nube gris
atravesada por el rayo;
sólo queda esperar, disimulando,
como si la certidumbre de la lluvia
no se volcara sobre nuestros actos
renovando del todo su carácter.



Conservo de mi abuela una cucharita de plata. Soñé que la enterraba en el jardín y crecía una planta alta. Yo me sentaba cerca de esa planta y ella me escuchaba. Sus hojas reflejaban la luz de la luna. Agua blanca y brillante en cuencos verdes. Sobre la medianera, sigilosos gatos en tránsito con las pupilas dilatadas, afinadísimos y tensos los sentidos –más finos, vibrantes y perceptivos que sus propios bigotes–, se detenían un instante a admirar aquellos brillos, pues vayan donde vayan los felinos a esas horas nunca son ajenos del todo a la belleza ni responden exclusivamente a los mandatos de la necesidad. Descalzo, yo me comunicaba con la planta por goteo, soltando palabras vivas entre vastos espacios de silencio. Mi voz se adelgazaba, más humilde cada vez, hasta ser un hilo de aire y nada más, algo ascendente y sin reverso, algo que sin ser visto sin dudas existía pero que nadie podía interpretar.

Hace años, la cucharita de plata de mi abuela endulzaba con miel los desayunos: postre merecido tras la intensa jornada de sueños; tobogán dorado para entrar al día lleno de promesas, sonriendo.



Mi envidiable amiga Torres sigue viajando. Tomó esta foto en las calles de Bogotá. ¿Qué diría el detective y vate Adam Dalgliesh?


-Che, Teseo.

-¿Qué?

-Me olvidé la billetera en casa.

-No te puedo creer.

-Sí, la dejé en el laberinto…

-¡Pero qué cabecita, eh!

-…

-Eso te pasa por dar tantas vueltas antes de salir.



“Es mi deseo exponer las transformaciones de los cuerpos en formas nuevas”. Primera línea de Metamorfosis, de Ovidio.

Me encargaron una versión para chicos de los mitos griegos, lo cual me pone muy contento. Disfruté mucho, hace un par de años, preparando esta versión de la Odisea. Ahora, entre otras cosas, el editor me envió este link donde el poeta inglés Ted Hughes recita un fragmento del hermoso mito de Eco y Narciso, reescrito por él, en verso, para su libro Tales from Ovid. Twenty-four passages from the Metamorphoses (1997).






Lugares abandonados; Japón. Aquí hay varios álbumes con más fotos.



Su Blackwell


EXPLICACIÓN FALSA DE MIS CUENTOS, Felisberto Hernández

Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos. No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Esto me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado; no sé corno hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesías; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.
Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.


En 2008, el animador Alexey Alexeev creó esta serie protagonizada por tres animales.




Gracias al amigo Guillermo R. Más en Kolhonudo

ACTUALIZACIÓN 2014: los videos se mudaron acá https://www.youtube.com/watch?v=ldoKMztmFwE



SENSACIONES, IDEAS

Durante la última dictadura, mi tío César se exilió en México. Allá se cambió el apellido. Nunca más volvió a la Argentina. En el DF trabajó en una librería, y escribió sobre música y libros para algunas revistas. Convivió con Enrique, un amigo argentino también exiliado. Enrique tenía dos hijas, Paula y Lorena. Aún sin lazos de sangre, ellas fueron las verdaderas sobrinas de mi tío, mucho más que mi hermano y yo, que apenas lo vimos algunas veces, cuando éramos muy chicos.

César se enfermó a comienzos de los años 90 de una enfermedad terminal. Mi mamá se enteró por Enrique cuando mi tío ya estaba muy mal. Así que viajó a México y pasó una noche con su hermanito, conversando sobre la vida y la infancia en Entre Ríos. Mi tío murió al día siguiente. Mi vieja volvió a casa con una tristeza insondable y algunas cosas que habían sido de su hermano. Entre otras, algunos libros de autores que acá no circulaban, o circulaban poco, o que yo nunca había oído nombrar. Por ejemplo uno del filósofo Emile Cioran, que me llamó la atención por su título, Ese maldito yo.

Leí mucho ese libro. Me lo apropié. Fue un buen compañero en esos años particularmente agridulces en los que uno, por momentos, tiende a sentirse una especie de Demian o de Lobo estepario.

(Kurt Vonnegut sobre Hesse: “He aquí los componentes básicos de una historia que siempre será popular entre los jóvenes de todas partes: un hombre viaja mucho; a menudo está solo. El dinero no representa un problema serio. Busca confort espiritual y evita el matrimonio y el trabajo aburrido. Es más inteligente que sus padres y la mayoría de la gente que conoce. Las mujeres gustan de él. La gente pobre también. Lo mismo los ancianos. Experimenta con el sexo, lo encuentra agradable pero no tremendo. Encuentra muchas señales amorosas y extrañas de que realmente se puede hallar paz espiritual. El mundo es hermoso. Hay magia en todos lados”. En Guampeteros, Fomas y Granfalunes. Ed. Grijalbo).

Ese maldito yo es un libro de fragmentos y aforismos. Algunos siguen resultándome interesantes, otros no. Algunos me los acuerdo de memoria. Por ejemplo, uno que dice: “Un obispo africano me contó que en su país se compraba un transistor con una cabra. Este simple hecho basta para sumirnos en un delirio de aniquilamiento”. O este otro: “Muy bajo tiene que caer una sensación para transformarse en idea”.

Un tiempo después de la muerte de César, Paula y Lorena vinieron a la Argentina. Nos reunimos varias veces, nos contaron a mi hermano y a mí cosas sobre mi tío, anécdotas, historias de su vida cotidiana en común. Lindas cosas. Antes de volver a México, las chicas nos regalaron un disco. Según dijeron, era uno de los favoritos de César. Así conocimos a Leonard Cohen. Desde entonces no he dejado de escucharlo. Me parece un gran poeta y un gran músico. Un tipo que sabe imbricar con mucho talento sensaciones e ideas.

Ayer, Leonard se ganó el premio Príncipe de Asturias. Es un premio literario, para el que estaban nominados exitosos escritores como Ian McEwan o Alice Munro. Creo que la noticia hubiera alegrado a mi tío. Y también a Paula y a Lorena, estén donde estén.