cumpleaños de mark twain


"Cuando era más joven podía recordar todo, hubiera sucedido o no".


AEDH HABLA DE LA BELLEZA PERFECTA, W. B. Yeats


Oh, párpados de palidez como de nubes,
ojos que el sueño ha vuelto opacos, los poetas
trabajan cada día en pos de construir
la belleza perfecta con rimas; sin embargo
todo lo vence una mirada de mujer
y la progenie ociosa de los cielos: por eso
mi corazón se va a inclinar, cuando el rocío
sean gotas de sueño y hasta que Dios incendie
el tiempo, ante los astros ociosos y ante vos.


traducción de Zaidenwerg




Mi día es desordenado y absurdo:
al pordiosero le pido pan,
al rico le ofrezco una limosna,

enhebro en una aguja – un rayo,
al ladrón confío – la llave,
con cascarilla doy color a mi pálido rostro.

El pordiosero no me da pan,
el rico no acepta mi dinero,
el rayo no entra por la aguja.

El ladrón entra sin llave,
y yo, tonta, me deshago en lágrimas-
por un día vano e inútil.



Semana Tsvietaieva en la Biblioteca Nacional, hasta 18 de noviembre.




estudiantes chilenos por la educación pública





Fue en el verano de su duodécimo año cuando Peter empezó a darse cuenta de lo diferentes que eran el mundo de los niños y el de los adultos. No podía decirse exactamente que los padres nunca se divirtieran. Salían a nadar, pero nunca más de veinte minutos. Les gustaba jugar al voley, pero sólo durante una media hora. De vez en cuando era posible convencerlos para jugar a la escondida, a atraparse o para construir un castillo de arena gigante, pero eran ocasiones especiales. El hecho era que, si se les daba la mínima posibilidad, preferían dedicarse a una de estas tres actividades en la playa: sentarse y hablar, leer el diario y libros o dormir. En la playa a menudo miraban el reloj y, mucho antes que nadie tuviera hambre, empezaban a comentar que ya era hora de empezar a pensar en el almuerzo o la cena.

Se inventaban mandados: ir a buscar al hombre que vivía a medio kilómetro de distancia para que arreglara algo, al taller del pueblo o a la ciudad cercana en expediciones de compra. Volvían quejándose del tráfico que había en vacaciones, pero, por supuesto, ellos eran el tráfico de las vacaciones.

Peter se dio cuenta de que gran parte de los adultos no podía empezar tranquilamente el día hasta que habían subido al coche para ir a comprar el diario, un diario concreto. Otros no podían pasar el día sin cigarrillos. Otros tenían que aprovisionarse de cerveza. Siempre se necesitaba algo más, y se hacían promesas de ir a buscarlo al día siguiente -otra silla plegable, champú, ajo, anteojos de sol, colgadores para la ropa-, como si las vacaciones no pudieran disfrutarse, no pudieran siquiera empezar, a menos que se reunieran todos esos artículos inútiles.


Fragmento de “El adulto”, último relato del libro cuya tapa se ve más arriba.