BRIF, BRUF, BRAF. Gianni Rodari

Dos niños estaban jugando, en un tranquilo patio, a inventarse un idioma especial para poder hablar entre ellos sin que nadie más les entendiera.
–Brif, braf –dijo el primero.
–Braf, brof – respondió el segundo.
Y soltaron una carcajada.
En un balcón del primer piso había un buen viejito leyendo el periódico, y asomada a la ventana de enfrente había una viejita ni buena ni mala.
–¡Qué tontos son esos niños! –dijo la señora.
Pero el buen hombre no estaba de acuerdo:
–A mí no me lo parecen.
–No va a decirme que ha entendido lo que han dicho...
–Pues sí, lo he entendido todo. El primero ha dicho: “Qué bonito día”. El segundo ha contestado: “Mañana será más bonito todavía”.
La señora hizo una mueca, pero no dijo nada, porque los niños se habían puesto a hablar de nuevo en su idioma.
–Marasqui, barabasqui, pippirimosqui –dijo el primero.
–Bruf –respondió el segundo.
Y de nuevo los dos se pusieron a reír.
–No irá a decirme que ahora también los ha entendido –exclamó indignada la viejita.
–Sí, ahora también lo he entendido todo –respondió sonriendo el viejito-. El primero ha dicho: “Qué felices somos por estar en el mundo”. Y el segundo ha contestado: “El mundo es bellísimo”.
–Pero ¿acaso es bonito de verdad? –insistió la viejita.
–Brif, bruf, braf –respondió el viejito.

En Cuentos por teléfono.


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