Fue en el verano de su duodécimo año cuando Peter empezó a darse cuenta de lo diferentes que eran el mundo de los niños y el de los adultos. No podía decirse exactamente que los padres nunca se divirtieran. Salían a nadar, pero nunca más de veinte minutos. Les gustaba jugar al voley, pero sólo durante una media hora. De vez en cuando era posible convencerlos para jugar a la escondida, a atraparse o para construir un castillo de arena gigante, pero eran ocasiones especiales. El hecho era que, si se les daba la mínima posibilidad, preferían dedicarse a una de estas tres actividades en la playa: sentarse y hablar, leer el diario y libros o dormir. En la playa a menudo miraban el reloj y, mucho antes que nadie tuviera hambre, empezaban a comentar que ya era hora de empezar a pensar en el almuerzo o la cena.

Se inventaban mandados: ir a buscar al hombre que vivía a medio kilómetro de distancia para que arreglara algo, al taller del pueblo o a la ciudad cercana en expediciones de compra. Volvían quejándose del tráfico que había en vacaciones, pero, por supuesto, ellos eran el tráfico de las vacaciones.

Peter se dio cuenta de que gran parte de los adultos no podía empezar tranquilamente el día hasta que habían subido al coche para ir a comprar el diario, un diario concreto. Otros no podían pasar el día sin cigarrillos. Otros tenían que aprovisionarse de cerveza. Siempre se necesitaba algo más, y se hacían promesas de ir a buscarlo al día siguiente -otra silla plegable, champú, ajo, anteojos de sol, colgadores para la ropa-, como si las vacaciones no pudieran disfrutarse, no pudieran siquiera empezar, a menos que se reunieran todos esos artículos inútiles.


Fragmento de “El adulto”, último relato del libro cuya tapa se ve más arriba.



3 comentarios:

  1. Muy cierto éste fragmento, estaría bueno poner en práctica a diario nuestra parte de niño que tan lejos quedó, y estar atentos a ellos que son muy sabios.

    Saludos
    Amig@

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  2. Cierto, amig@.

    Todo el libro es recomendable, muy grata lectura.

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  3. Cuando lo leí me resultó tan cierto y tan extraño al mismo tiempo, ¿cuando ocurrió que dejé de divertirme para convertirme en un ser lleno de obligaciones que me impuse? tal vez muchas de ellas innecesarias o postergables 100%, sé que me divierto con mis hijos y sus amigos pero creo que les debería preguntar si es lo suficiente... que mejor que un libro que nos lleve a la reflexión... Gracias por compartirlo, Saludos

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