No digo ven conmigo, digo llévame.
¿Delante de un Santo o una Madonna, quién
diría: "ven, vamos a Túnez"?
Y si la imagen saliera a dar una vuelta,
¿quién no quisiera acompañarla, quién?
A treinta metros veo muy bien,
quisiera seguirte siempre a treinta metros,
y a veces, cerca de un río o una fuente,
acercarme a tanta irradiación,
si duermes, si reposas, si sonríes,
para después en la noche refugiarme en lo oscuro
y descubrir que brillo por mí mismo
y que sobre el grabador
con tu voz registrada en la cinta
se condensan apariencias luminosas
que en otro tiempo se llamaban ángeles,
formas suspendidas, espíritus aprendices
que de ti quieren en aquellos raros parajes
aprender pureza y ternura,
recato, verdad y otras artes angelicales
jamás vistas juntas, ni en aquellos lugares ni otros
o cómo se rinde una nación
bajando los párpados, simplemente.

J.R. Wilcock, Italienisches Liederbuch (Ed. Huesos de jibia).



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