IDENTIDADES

Hace unos días fui de visita a una escuela. En la entrada había un cartel de bienvenida con mi nombre. Pero el de la foto no era yo.

“Encontramos la foto en Internet”, me dijo Nancy, la directora, cuando le señalé la confusión. “Igual te pareces bastante…”

No era cierto, o no me lo pareció. Pero quizás la imagen que cada uno tiene de uno mismo difiere mucho de cómo lo ven los demás. El de la foto, además, usaba camisa y corbata. Yo hace más de veinte años que no uso corbata. Usé de chiquito, para ir a la escuela. (Era una escuela del estado dirigida por una vieja severa, bajita, arrugada, simpatizante de la dictadura, que nos obligaba a usar camisa, corbata y zapatos. Cuando la dictadura terminó, mi madre me mandó en zapatillas y remera).

“Igual no te preocupes, enseguida la quito”, me dijo la directora Nancy, refiriéndose a la foto del desconocido con mi nombre. “Y ahora te dejo con la vicedirectora, ella te acompaña al salón a conversar con los chicos”.

La vicedirectora también se llamaba Nancy, pero esta era rubia, y la otra morocha.

El salón era grande. Algunos chicos habían leído una versión que preparé de El conde de Montecristo. Me hicieron muchas preguntas, algunas personales. Un chico me preguntó: “¿Tu vida se parece a la del personaje?”. Pensé en el cambio de identidad del conde, y les conté la confusión con el cartel de bienvenida. Otro chico me preguntó: “¿Fumás?”. Era una pregunta “pícara”. Una maestra lo reprendió.

Cuando la charla terminó me acordé de Xime, mi compañera más rockera en el colegio y una fumadora empedernida.

Un día, a los quince o dieciséis años, fui a su casa. Xime tenía un póster de The Clash precioso. Era una foto original, que yo nunca había visto. Ella dijo que ya no le interesaba, pensaba deshacerse del póster. Se lo pedí. Negociamos. Le puso precio: un cartón de cigarrillos. Así que compré el cartón y me hice del póster.

Yo también fumaba, pero no tanto como Xime. Había empezado con el tabaco para conquistar a una chica de ojos verdes (la mejor amiga de Xime). Me habían dicho que a la chica le gustaban los muchachos que fumaban. Y sí: la chica de ojos verdes y yo fuimos novios por tres años. Y cuando nos separamos, yo seguí siendo un muchacho que fumaba. Durante doce años. Después dejé. Recuperé el olfato. Me compré una bici. Me hice profesor de Yoga, cosa que sorprendió a más de uno, incluido yo mismo. Y cuando empezó lo de mi vieja, volví a fumar. El cerebro y el corazón a veces se alían de formas extrañas. Lo digo porque “lo de mi vieja” fue un cáncer de pulmón que se la llevó en menos de siete meses.

Ahora fumo un cigarrillo de vez en cuando. Practico yoga pero ya no doy clases. Sigo escuchando a The Clash. Sigo preguntándome quién o quiénes soy.

En estos días se cumplen cinco años de la muerte de mi vieja. A ella le gustaba este poema de Wislawa Szymborska:

DEL MONTÓN

Soy la que soy,
casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.

Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.

Cada uno, como hecho a medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos personal.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudido por el viento.
Alguien mucho menos feliz
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal demicroscopio.
Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o solo asco,
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?
El destino hasta ahora
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien totalmente diferente.

9 comentarios:

  1. Hermoso homenaje para tu vieja.

    Cuando murió una persona que quize mucho, la recordé con este poema de J.L Ortiz, muy lindo para mi.


    ELLA

    Ella anuda hilos entre los hombres
    y lleva de aqui para allá la mariposa profunda
    -ala del paisaje y del alma de un paiscon su polen.


    Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
    perfume…
    a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
    Testimonio involuntario, ella,
    de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
    en que la circunstancia da su hálito. ..

    Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
    jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
    el infinito a su lado y el presente en el confín
    Mas es el don absoluto, y la ternura,
    ella que es también el término supremo y la última esencia
    con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
    los latidos
    para el encuentro en los abismos...

    Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
    el traspaso del ser, “como se da una flor”, en el nivel de los
    niños,
    más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma…

    Y no busca nunca, no, ella…
    espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
    en el centro mismo de la noche...

    Juan L Ortiz

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  2. Muchas gracias por tus palabras y el poema. Juan L. era entrerriano, como mi mamá. Visité su casa algunas veces. Bah, el frente, porque ahora vive o vivía su hijo, y nunca me animé a tocar timbre. Queda frente al río, sobre las barrancas del hermoso y enorme Parque Urquiza. En el jardín delantero crece un árbol muy bello y raro. Según leí, Juan L. viajó una sola vez fuera de la Argentina, para conocer China. Y de allí trajo la semilla de ese árbol.

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  3. Gracias por el recuerdo, querido. Por estas fechas siempre me agarra el bajón. Un abrazo. Pol

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  4. te queremos todos nico.

    gaby.

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  5. Me alegra que tu mamá haya nacido en la misma ciudad que Juan L , entonces el poema que elegí es un homenaje a ella también.

    Un abrazo

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  6. En realidad ambos eran entrerrianos, pero ninguno de los dos nació en Paraná, ciudad en la que sí vivieron. Juanele nació en un lugar llamado Puerto Ortiz. Mi vieja en otro llamado Villa Clara.
    Saludos

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  7. ...pero el homenaje vale igual, claro!

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