Es terrible volverse pequeño de este modo, entre las miradas divertidas de la familia. Pare ellos es una broma, la cosa los pone de buen humor. Cuando la mesa es más alta que yo, se ponen cariñosos, tiernos, afectuosos. Mis nietitos corren a preparar la cesta del gato: evidentemente se proponen hacerme allí la cama; me levantan del suelo con delicadeza, agarrándome del cogote, me colocan sobre el viejo almohadón desteñido, llaman a amigos y parientes para disfrutar del espectáculo del abuelo en la cesta. Y cada vez me vuelvo más pequeño. Me pueden encerrar, ya, en un cajón con las servilletas, limpias o sucias. En el curso de unos meses ya no soy un padre, un abuelo, un estimado profesional, sino un cosito que se pasea por la mesa cuando la televisión no está encendida. Cogen la lente de aumento para mirarme las uñas pequeñísimas. Dentro de poco bastará una caja de fósforos para contenerme. Después alguien encontrará la caja vacía y la tirará.
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El destino del señor Howard Stools, que puede verse en el video, sugiere otro posible final para este cuento...
"You can't get much more interesting than THAT, or can you?"
ResponderEliminarI'd say you can...