APUNTES DESDE EL CIRCO INTERGALÁCTICO

Me preguntan por Xeu, la niña espejo, que también se llama Mida, U, Aria, Nima, Nonaki.
Ella habla. A veces canta. Y calla mucho. Su silencio está lleno de cosas reales. Espero que me disculpen estas enojosas abstracciones, pero no sé decir mucho más por el momento.
La niña espejo se sienta e improvisa. A veces habla de pie. A veces baila después de hablar –es una danza que varía según sus discursos.
Los monólogos son breves. A veces melancólicos. Otras veces eufóricos, electrizantes. No es el caso de los que reproduzco más abajo, que se encuadran más bien en el primer grupo. Y de todos modos, esas categorías adquieren aquí otros significados, otra dimensión. Permítanme confirmar la sospecha de que, en efecto, ante el estremecedor espectáculo que es posible ver levantando la cabeza de estas notas y dejando ir la mirada a través del ventanal de mi carrocápsula, todo lo que creemos saber se torna un tanto relativo. Viendo este cielo, sus lunas y soles y asteroides, sus colores, muchas veces siento, como escribió el inspirado colega Olaf, que la historia del hombre, "sus migraciones, sus imperios, sus orgullosas ciencias, sus revoluciones sociales, su necesidad cada vez mayor de una vida en comunidad, son solo una chispa en un día de las estrellas".
Hasta pronto. Juan


XEU

Me llaman Xeu. Me gusta sentarme en el cuarto de las muñecas, antes de que salga el sol, y mirarlas a los ojos. Ellas no tienen nombre. Viven junto a una ventana que da al cielo. Ciertas noches bailo para las muñecas hasta que amanece. Después me siento a su lado, me quedo tan quieta y silenciosa como ellas, hasta que escucho pasos en las escaleras, y llega alguien a buscarme para desayunar. Entre los grandes me comporto como esperan que se comporte Xeu. Pero mi verdadero nombre nadie lo conoce, salvo las muñecas, y por eso nadie sabe cómo soy, cómo fui o seré. A veces, cuando hay niebla, con la punta de un dedo escribo mi nombre real sobre el vidrio de la ventana que da al jardín. En ese jardín, en el largo banco de cemento, le diré mi nombre a alguien, algún día. Se lo diré en el oído, con la voz blanca de la porcelana. Y entonces será como despedirme de un sueño largo para entrar en otro.


MIDA

Me llaman Mida. Vivo o vivía en una casa abandonada, al costado de la ruta, en el desierto. (La casa es un cubo blanco, el desierto una tela roja). En los cuartos de la casa hay muebles y máquinas de otra época. Ya estaban ahí cuando llegué. Pero ¿cuándo llegue? A veces pienso que, en el pasado, había más espacio, y también más tiempo. ¿Pensar? Son sensaciones que atraviesan mi mente como bandadas de pájaros, sin dirección, y dejan esto: ecos de su aleteo. A veces también observo a las hormigas. Me pregunto si duermen. A Argos le dan pena, las hormigas. Inclina su largo cuello violeta y las observa de cerca, conteniendo el aliento (mezcla de ajo, miel y pasto mojado) para no estorbarlas. ¿Cómo algo tan pequeño trabaja tanto y se afana de ese modo? Argos a veces llora cuando salimos al patio y las vemos ahí, yendo y viniendo, laboriosas, en fila bajo el cielo infinito de la tarde. Argos, a veces, es tan feliz que siente pena. Quizá por eso es mi amigo. Ayer me trajo un caramelo brillante como una estrella nueva.

5 comentarios:

  1. No se porque luego de leer a Xeu , Mida o U,
    fui a mi biblioteca a buscar Las Cosmicómicas, hacia años que no agarraba ese libro.
    Y me detuve en el primer parrafo de "Los años Luz", que me divierte mucho.

    Gracias Juan por hacernos viajar con vos.

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  2. Me alegra que esto te haya llevado a un libro tan lindo.

    Saludos

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  3. Este libro es muy lindo, si no lo leiste, te lo recomiendo.
    Es para niños y no tan niños...

    http://www.adrianahidalgo.com/detallelibro.php?ID=293

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  4. lo leí, me gustó, se agradece la sugerencia.

    saludos

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  5. Creo que a la niña espejo la conozco... Tal vez con otro nombre, incluso.

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