Trabajo recién salido de imprenta. Iba a llamarse "El amor y el espanto", pero... ¡a la editora se le coló una preposición!
Así es esta clase de palabras: a veces se meten donde no les corresponde. (Por ejemplo: "Pienso de que Evelio es un pelafustán").
Recuerdo que en la escuela nos hacían repetir como un cantito la lista de preposiciones del español (a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre, tras).
Hoy, la Real Academia ha quitado algunas y agregado otras.
Yo nunca fui un as de las preposiciones, ni mucho menos. Seguramente, en el libro incurrí en varios errores gramaticales que espero hayan corregido.
El original comenzaba así:

"Estaba sentado en el Parque Lezama, leyendo, cuando sonó mi teléfono celular. En general no me gusta hablar por teléfono en la calle. Me da vergüenza. No entiendo a la gente que cuenta sus intimidades a los gritos en un colectivo, por ejemplo, o en el supermercado.

Esta vez atendí porque vi que era un número desconocido y pensé que podía ser Ana.

–¿Nicolás Schuff?

–Sí –dije, decepcionado de oír una voz masculina.

–¿Qué tal? Mi nombre es Juan Monti, le hablo de la editorial Estrada.

–Ah... Mucho gusto.

–Igualmente. Lo llamo para saber si podemos arreglar una reunión. Le adelanto el tema: queremos que escriba un libro para la colección Azulejos.

Esa era una buena noticia. En las últimas semanas yo estaba un tanto desanimado y con poco trabajo. Leía mucho, salía poco y tenía sueños muy vívidos que de a ratos se me confundían con la realidad. Así que un trabajo por encargo me venía bien para mantenerme ocupado y de paso ganar algo de plata. Porque no sólo andaba escaso de ideas, sino también de dinero. Michum, mi gato, se quejaba todas las noches de su comida barata y pretendía hincarle el diente a mi propia cena, que tampoco era gran cosa. (En realidad, Michum siempre pide más. Yo abro las ventanas para que salga a cazar ratones y de paso haga un poco de ejercicio, pero es inútil. Su aventura más audaz consiste en pelearse con mis zapatos, que para él son el enemigo número uno).

–¿Entonces podrá pasar por la editorial? –preguntó la voz al otro lado del teléfono.

–Mañana a las nueve de la mañana puedo estar allá.

–Me parece perfecto, lo esperamos.

Cuando corté tuve ganas de escribirle un mensaje a Ana y compartir la noticia, pero mi teléfono no tenía crédito. Además, ella no respondía ni uno de mis llamados. ¿Por qué? No lo sabía. Era un misterio que empezaba a inquietarme.

Miré a las palomas. Estaban reunidas a los pies de una viejita que les arrojaba migas de pan seco.

No sé si conocen el Parque Lezama, en el barrio de San Telmo. Algunos historiadores dicen que este fue el punto que eligió Pedro de Mendoza, en el año 1536, para fundar la ciudad de Buenos Aires. Otros opinan que eso es un mito y que no hay pruebas concretas de que haya sido así.

Traté de imaginar cómo, en el lugar donde ahora estaba la viejita alimentando palomas, casi quinientos años atrás se habían enfrentado querandíes y españoles; los primeros semidesnudos, con flechas y boleadoras, los segundos con escudos y armas de fuego.

Es raro pensar que esta ciudad fascinante y monstruosa nació de unos pocos ranchos a la vera del río.

Un pelotazo en la cabeza me sacudió los pensamientos. Levanté la vista y vi a tres chicos de unos diez u once años. El accidente les había dado risa. Uno de ellos, morocho y flaquito como un grisín, se acercó con una mano en alto.

–¡Disculpe, don!

–No hay problema –dije–. Soy un cabeza dura.

Antes de devolverle la pelota hice algunos jueguitos. Me salieron siete al hilo y me entusiasmé.

–¿Hacemos un partidito? –propuse.

–Nosotros ya nos íbamos... –me respondió el chico.

–No tengas miedo que soy de madera, ¿eh?

–No, no es eso... Pero no queremos estar mucho acá... Hoy es primero de mes.

No entendí. ¿Estaba prohibido jugar el primero del mes? ¿Sería una nueva disposición municipal?

–¿No oyó hablar de Andrei? –preguntó el chico señalando la iglesia rusa que hay frente al parque.

Es un edificio muy lindo, llamativo, con cinco cúpulas de color turquesa.

–¿Andrei? ¿Quién es?

–Era un nene que vino de Rusia con sus padres, a los nueve años –me explicó el chico–. Su papá trabajaba en la construcción de la iglesia y un día lo trajo a conocer el lugar. Mientras paseaban por ahí se desprendió una viga y golpeó a Andrei en la cabeza y lo mató. Eso pasó un primero de mes. Desde entonces dicen que el fantasma del chico vive en una cúpula de la iglesia, y los días primero de cada mes provoca una desgracia.

Miré las cúpulas, con su rara forma de cebolla bajo el cielo.

–Qué historia triste... –dije.

El chico alzó los hombros.

–Si quiere venir mañana a la mañana, vamos a jugar un partido –me invitó mientras volvía con sus amigos.

–Mañana no puedo, pero gracias igual.

Mientras volvía a mi casa me acordé de mi abuela María, cuya familia también vino de Rusia a comienzos del siglo XX. ¿Conocería la historia de Andrei? ¿O se trataba nomás de un invento un poco ingenuo para asustar a los chicos?

Cuando abrí la puerta de casa Michum me recibió con un maullido corto. Lo alcé y nos dimos unos besos. Me gusta mucho sentir su aliento horripilante. Como siempre, él había desparramado todos mis papeles por el suelo. Es una de sus rutinas favoritas: subirse al escritorio y tirar lo que encuentra. Después elige una hoja y se acuesta encima un buen rato.

Junté las cosas, regué el potus y llamé a Ana, pero no estaba, o no quiso atender.

Decidí no preocuparme. Preparé unos mates y me senté frente a la computadora. La historia del tal Andrei me dio curiosidad y busqué información en Internet. No encontré nada sobre el fantasma, pero sí algo sobre la iglesia rusa. Se inauguró en 1901 y desde 2001 es patrimonio histórico nacional. Vi que al día siguiente, a las cuatro de la tarde, había una visita guiada por la iglesia.

Después revisé los mails. Mi amigo Gaznápiro me había escrito para saber cómo andaba. Gaznápiro tiene doce años, le gusta escribir cuentos y tocar la batería. Tiene la cabeza llena de rulos y la cara llena de granos. Nos conocimos en una escuela de Floresta, una vez que fui a dar una charla sobre uno de mis libros. Él se acercó y me contó que quería ser músico y escritor. Intercambiamos mails y nos hicimos amigos. A veces viene a casa, escuchamos discos o charlamos de libros. A él le gustan Los Beatles y a mí también. Cada tanto, Gaznápiro me manda un cuento y yo le mando uno mío. Yo lo ayudo con mis ideas y él con las suyas. Lo llamo Gaznápiro porque se llama Gabriel Aznar Piro. Él me llama Chufo, y a veces Enchufe, porque es un irrespetuoso. Les aseguro que escribe muy bien; algún día van a oír hablar de él.

Después de responderle el mail a mi amigo cociné un plato de arroz, comí y me fui a acostar. Michum había trepado a la cama antes que yo, como siempre, y se lamía la panza con gran concentración.

–¡Abajo, o te llevo a vivir con el fantasma ruso! –lo amenacé.

Él hizo una pausa en su limpieza, levantó la cabeza y me miró como diciendo: 'No seas tonto. Los dos sabemos que jamás harías algo así'.

Tiene razón."



14 comentarios:

  1. no me di cuenta: hoy es 1ero de mes.... atención si van por parque lezama...

    ResponderEliminar
  2. ¡Encantador el texto! Y no lo digo porque la chica se llame como yo, ni porque yo trabaje para esa editorial, ni porque le haga el aguante a la Gaby ni nada. Ahora que lo pienso capaz es por el gato...

    ResponderEliminar
  3. Me encantó, quería seguir leyendo...

    ResponderEliminar
  4. ey!
    dos analucías, una atrás de otra, no es algo que me pase todos los días. de hecho, no conocía a nadie con ese nombre hasta ahora (salvo el personaje de la serie LOST).
    gracias por los comentarios. el librito lo escribí hace varios meses. ahora le cambiaría muchas cosas. pero estoy contento de que haya salido y les haya gustado el primer capitulín.
    espero que el resto también les entusiasme. y que a los chicos les pase igual.

    besos!

    ResponderEliminar
  5. Felicitaciones!!! Muy lindo el primer capítulo. Me encantó leer tus letras en el blog!

    ResponderEliminar
  6. muchas gracias, gotita. saludos desde esta urbe virtual plagada de fantasmas y leyendas.

    ResponderEliminar
  7. Estaba por aclararte que somos dos analucías distintas, para que no creyeras en algún complejo complot, pero me ganaste de mano.
    El complot es otro...

    ResponderEliminar
  8. No era una misma demediada... eran dos...

    ResponderEliminar
  9. Hola Nicolás. Soy profesor en una escuela secundaria de José C Paz. Acabamos de terminar la lectura de este libro tuyo y como a mis alumnos les gustó tanto, quería pedirte si podrías contactarte conmigo para planear algún tipo de actividad con ellos. Te dejo mi mail y espero tu respuesta. Muchas gracias. javi_minimalistas@hotmail.com

    ResponderEliminar
  10. Nicolas schuff :
    Hace poco en mi escuela (EP40) leimos la guerra de troya me encanto ese libro y ahora comenzamos con este la verdad es que ,lees un capitulo y ya queres saber lo que sucede en el proximo ,sos un genio escribiendo.
    ANAHI 11 años

    ResponderEliminar
  11. hola javi: creo que recién leo este mensaje. te pido disculpas y te escribo por mail.

    hola anahí, muchas gracias, qué bueno que te haya atrapado. muchas gracias por contármelo. ojalá te guste hasta el final.

    ¡saludos!

    ResponderEliminar