CARTA A ANNIE ROGERS


Oxford, 1867

Mi querida Annie:

Esto es verdaderamente terrible. No tienes idea de lo apenado que me siento al escribirte. Tengo que usar un paraguas para evitar que las lágrimas caigan sobre el papel. ¿Que viniste ayer para que te fotografiara? ¿Y que te enojaste mucho porque yo no estaba allí? Bien, lo que ocurrió fue esto. Salí de paseo con Bibkins, mi querido amigo Bibkins… nos fuimos a muchos kilómetros de Oxford, cincuenta, cien digamos. Atravesábamos un campo lleno de ovejas cuando un pensamiento cruzó mi mente, y solemnemente pregunté: “Dobkins, ¿qué hora es?”. “Las tres” dijo Fipkins, sorprendido por mi comportamiento. La lágrimas corrieron por mis mejillas. “Esta es la HORA”, dije. “Dígame, dígame Hopkins ¿qué día es hoy?” “Lunes, desde luego”, dijo Lupkins. “¡Entonces es el DIA!”, gemí. Lloré. Chillé. Las ovejas se apiñaron a mi alrededor y frotaron sus afectuosas narices contra la mía. “¡Mopkins!”, le dije, “¡Usted es mi más viejo amigo! ¡No me engañe, Nupkins! ¡¿En qué año estamos?!” Bueno, creo que en 1867”, dijo Pipkins. “¡Entonces este es el AÑO!”, chillé tan fuerte que Tapkins se desmayó. Ahí terminó todo: me trajeron en casa en una carreta, hecho varios pedazos, cuidado por el fiel Wopkins.

Cuando me haya recobrado un poco de la conmoción, y haya pasado unos pocos meses a orillas del mar, te visitaré y convendremos otro día para que te fotografíe. Estoy demasiado débil para escribir esta carta yo mismo, así que Zupkins la escribe por mí.

Tu miserable amigo,

Lewis Carroll


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