¿Y esa historia del escritor que quería contar una
historia sobre un escritor que quería contar una historia pero se aburría y se
iba a comer una hamburguesa y aunque las hamburgueserías estaban de moda no encontraba ninguna en ese barrio, así que caminaba y caminaba y en un
momento pasaba frente a una obra en construcción donde los obreros, en la
vereda, habían improvisado una parrilla y tirado unas hamburguesas encima?
¿Y esa historia del escritor que tomaba un desvío y
después otro y después otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un
lugar desconocido y no sabía cómo volver y entonces seguía desviándose,
desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los insectos, las
plantas, las piedras, el viento y el agua?
¿Y esa historia del escritor que quería contar una
historia sobre un escritor que quería contar una historia pero se aburría y se
iba a comer una hamburguesa y aunque las hamburgueserías estaban de moda no encontraba ninguna en ese barrio, así que caminaba y caminaba y en un
momento pasaba frente a una obra en construcción donde los obreros, en la
vereda, habían improvisado una parrilla y tirado unas hamburguesas encima, y el
escritor se detenía y se quedaba mirando y uno de los obreros le decía, “¿Es
inspector o anda con hambre?”, y los otros obreros se reían, y el escritor
también se reía aunque por dentro estaba muy inquieto, como si esa mañana
hubiera soplado un viento fuerte en su cerebro, pero también aliviado, como si
ese viento fuerte le hubiera quitado de encima una bolsa de cemento, o diez, o
tal vez un edificio entero?
¿Y esa historia del escritor que tomaba un desvío y
después otro y después otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un
lugar desconocido y no sabía cómo volver, y entonces seguía desviándose,
desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los insectos, las
plantas, las piedras, el viento y el agua, hasta que llegaba a una cabaña donde
lo esperaban una mujer y un muchacho -nada menos que su hijo- que, furioso por
la prolongada ausencia del padre, lo sentaba en el suelo con una patada de
karate y le decía: “te conseguís un trabajo ya mismo”?
¿Y esa historia del escritor que tomaba un desvío y
después otro y después otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un
lugar desconocido y no sabía cómo volver, y entonces seguía desviándose,
desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los insectos, las
plantas, las piedras, el viento y el agua, hasta que un buen día llegaba a una
cabaña donde lo esperaban una mujer y un muchacho -nada menos que su hijo- y
que, bastante furioso por la prolongada ausencia del padre, lo sentaba en el
suelo con una patada de karate y le decía: “te conseguís un trabajo ya mismo”,
de modo que el escritor volvía a la ciudad y se metía a trabajar de albañil en
una obra en construcción donde cada mediodía ponían una parrilla y tiraban unas
hamburguesas?
¿Y esa historia del escritor que quería contar una
historia sobre un escritor que quería contar una historia pero se aburría y se
iba a comer una hamburguesa y aunque las hamburgueserías estaban de moda,
no encontraba ninguna en ese barrio, así que caminaba y caminaba y terminaba
sentado en una obra en construcción, comiendo la hamburguesa que unos obreros
le convidaban después de asarla sobre una parrilla improvisada en la vereda, y
ese era el último rastro que su familia, sus amigos, sus conocidos, sus
colegas, su biógrafo y la policía tenían del escritor, como si de golpe se
hubiera transformado en aire, en sombra, disuelto en agua como un terrón de
azúcar, un sueño, una pregunta, una frase sin termin