Querido Jorge:
Iré esta tarde y me quedaré a comer si no hay inconveniente y estamos con ganas de trabajar. (Advertirás que las ganas de cenar ya las tengo y sólo falta asegurarme las otras). Tienes que disculparme el no haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son una vergüenza y hasta me olvido de avergonzarme.
Estoy preocupado con la carta que ayer concluí y estampillé para vos; como te encontré antes de echarla al buzón tuve el aturdimiento de romperle el sobre y ponértela en el bolsillo: otra carta que por falta de dirección se habrá extraviado.
Muchas de mis cartas no llegan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto me trae tan fastidiado que te rogaría que vinieras a leer ésta carta a casa. Su objeto es explicarte que si anoche tú y Pérez Ruiz en busca de Bartolomé Galíndez no dieron con la calle Coronda, debe ser, creo, porque la han puesto presa para concluir con los asaltos que en ella ocurrían de continuo. A un español le robaron hasta la zeta, que tanto la necesitan para pronunciar la ese y aún para toser. Además, los asaltantes que prefieren esa calle por comodidad, se quejaron de que se la mantenía tan oscura que escaseaba la luz hasta para el trabajo de ellos y se veían forzados a asaltar de día, cuando debían descansar y dormir.
De modo que la calle Coronda antes era ésa y frecuentaba ese paraje, pero ahora es otra; creo que atiende al público de 10 a 4, seis horas. Lo más del tiempo lo pasa cruzada de veredas en alguna de sus casas: quizá anoche estaba metida en la de Galíndez: ese día le tocó a Galíndez vivir en la calle.
Es por turnos y este es el turno de que yo me calle.
Macedonio Fernández



"Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas". 
Wislawa Szymborska


Saturnino y Severino miden tres metros. Se alimentan a base de vino tinto y quinotos. Suelen visitar a su sobrino, el escritor, para que les cuente cuentos, pero nunca les parecen buenos, y no se cansan de sugerirle ideas a su sobrino para que mejore, escriba historias exitosas, gane fama, dinero y llegue por fin a algún lado -por ejemplo a Nueva York.

Júbilo y alegría sin fin por la aparición de este querido librito editado por Loqueleo.





¿Y esa historia del escritor que quería contar una historia sobre un escritor que quería contar una historia pero se aburría y se iba a comer una hamburguesa y aunque las hamburgueserías estaban de moda no encontraba ninguna en ese barrio, así que caminaba y caminaba y en un momento pasaba frente a una obra en construcción donde los obreros, en la vereda, habían improvisado una parrilla y tirado unas hamburguesas encima?


¿Y esa historia del escritor que tomaba un desvío y después otro y después otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un lugar desconocido y no sabía cómo volver y entonces seguía desviándose, desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los insectos, las plantas, las piedras, el viento y el agua?


¿Y esa historia del escritor que quería contar una historia sobre un escritor que quería contar una historia pero se aburría y se iba a comer una hamburguesa y aunque las hamburgueserías estaban de moda no encontraba ninguna en ese barrio, así que caminaba y caminaba y en un momento pasaba frente a una obra en construcción donde los obreros, en la vereda, habían improvisado una parrilla y tirado unas hamburguesas encima, y el escritor se detenía y se quedaba mirando y uno de los obreros le decía, “¿Es inspector o anda con hambre?”, y los otros obreros se reían, y el escritor también se reía aunque por dentro estaba muy inquieto, como si esa mañana hubiera soplado un viento fuerte en su cerebro, pero también aliviado, como si ese viento fuerte le hubiera quitado de encima una bolsa de cemento, o diez, o tal vez un edificio entero? 


¿Y esa historia del escritor que tomaba un desvío y después otro y después otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un lugar desconocido y no sabía cómo volver, y entonces seguía desviándose, desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los insectos, las plantas, las piedras, el viento y el agua, hasta que llegaba a una cabaña donde lo esperaban una mujer y un muchacho -nada menos que su hijo- que, furioso por la prolongada ausencia del padre, lo sentaba en el suelo con una patada de karate y le decía: “te conseguís un trabajo ya mismo”?


¿Y esa historia del escritor que tomaba un desvío y después otro y después otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un lugar desconocido y no sabía cómo volver, y entonces seguía desviándose, desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los insectos, las plantas, las piedras, el viento y el agua, hasta que un buen día llegaba a una cabaña donde lo esperaban una mujer y un muchacho -nada menos que su hijo- y que, bastante furioso por la prolongada ausencia del padre, lo sentaba en el suelo con una patada de karate y le decía: “te conseguís un trabajo ya mismo”, de modo que el escritor volvía a la ciudad y se metía a trabajar de albañil en una obra en construcción donde cada mediodía ponían una parrilla y tiraban unas hamburguesas?


¿Y esa historia del escritor que quería contar una historia sobre un escritor que quería contar una historia pero se aburría y se iba a comer una hamburguesa y aunque las hamburgueserías estaban de moda, no encontraba ninguna en ese barrio, así que caminaba y caminaba y terminaba sentado en una obra en construcción, comiendo la hamburguesa que unos obreros le convidaban después de asarla sobre una parrilla improvisada en la vereda, y ese era el último rastro que su familia, sus amigos, sus conocidos, sus colegas, su biógrafo y la policía tenían del escritor, como si de golpe se hubiera transformado en aire, en sombra, disuelto en agua como un terrón de azúcar, un sueño, una pregunta, una frase sin termin




otro de los varios proyectos encajonados, a la espera de un editor (y de un gobierno menos horrible). una continuación de plantas comunes y corrientes. poemas-bichos, ilustrados por pablo picyk y cecilia a. estevez. 




CIEMPIES

De cero a cien, un pie y otro delante,
va en silencio, con ánimo ondulante.
A veces sueña que levanta vuelo
y ve su sombra pintada en el suelo.



TORITO

Viene surcando la tierra
con su potente armadura,
negra, brillante, pinchuda
¡como un señor de la guerra!

¿No encontrará exagerado
cuando el viento lo derriba
y lo deja patas arriba
andar así acorazado?



VAQUITA DE SAN ANTONIO

¿Será mucha suerte, poquita o ninguna
la que entrega esta vaquita voladora
cuando elige una nariz y se demora
para dar, generosa, su fortuna?